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Realizado a partir de una pintura al óleo del mismo nombre, este aguafuerte se construye en una composición diagonal, contraponiendo tramados y líneas, en un complejo arabesco visual. El color pleno y vibrante de la pintura encuentra aquí su respuesta, en claroscuro de grises y negros profundos. Los seres aparecen por un momento definidos y poderosos, con una presencia de ilusoria estabilidad. Vuelan y se despliegan en el mundo con sus formas rotundas. Sin embargo, para el budismo mahayana, la impermanencia -el carácter finito y cambiante- es el signo distintivo de las cosas, su verdad más profunda. No obstante su finitud, se trata de una presencia que brilla como el diamante, pues muestra el fulgor de las formas en su aparecer, su metamorfosis y su proliferación.